La imagen de Blancanieves tomando y mordiendo la hermosa manzana envenenada que le ofrece la madrastra, es paradigmática y definitiva. Podía haberla rechazado y se habría salvado. Lo diferente es que Blancanieves era la inocencia hecha persona. Pero nosotros, el colectivo de los alienados no somos inocentes. Ya sabemos de que va, pero en los genes, grabado a fuego en nuestros cerebros, llevamos el veneno de la dependencia hacia un consumo innecesario y degradante. En nuestro lamentable caso, el veneno no está en la manzana sino en el protoplasma de nuestras células. Claro está, cuando Carlos Marx enunció su famosa Tesis 11, "que el no venía a describir el mundo sino a cambiarlo" no contaba con esa novedosa circunstancia. ¿De verdad queremos cambiar el mundo o, como dice Iñigo Errejón, no hay izquierdas y derechas sino los de arriba y los de abajo, "si se mueven los de abajo se caen los de arriba"? ¿Y el hueco que dejan los de arriba al caerse, quién lo ocupa y de que manera? ¿No sería deseable que no hubiera ni arriba ni abajo, ni izquierda ni derecha? Es decir, una sociedad sin clases sociales.
El marxismo, es una respetable teoría de las ciencias económicas que trata de enfrentarse al capitalismo. Ha de llevarse a la práctica por personas dentro de grandes colectividades sociales. No estamos hablando, por tanto, de la interacción de elementos inertes, sólidos líquidos o gaseosos, en un laboratorio. Y aquí, en el laboratorio de la realidad social donde actúa la gente, hay que contar con lo dicho por Ortega, nuestro gran filósofo, (el hombre y su circunstancia). Y apurando aún más en el análisis de por qué, o por qué no, suceden los hechos, deberemos enfrentarnos a la gran duda hamletiana: "to be, or not to be, that is the question" Para resolver esa duda se necesita al "hombre nuevo", espécimen no existente que Castro insistió, se daba en Cuba. Tampoco parece poder darse en el caldo de cultivo de las sociedades desarrolladas o en vías de desarrollo actuales, sometidas a un capitalismo al que ni saben ni quieren enfrentarse. Lo que haya de suceder, pués, vendrá de fuera, seguramente impuesto por acontecimientos que escapan a nuestro control. JMS. (28/12/2016)
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